Sabéis que es un tema al que le doy vueltas hace mucho tiempo, en realidad desde que decidí ser preparador de opositores.
¿Debe la enseñanza ser remunerada o es una comunión espiritual desinteresada? ¿Quién tiene razón: los sofistas o los griegos antiguos? Yo, que invento las opciones, en lugar de decidirme por las que me ofrecen, opto por cobrar en libros. Esa es la novedad (en realidad una vuelta a los orígenes). Y añado algo importante: aquel o aquella, cuyo cuerpo le pida hacerme un tributo por mi sabiduría, tendrá que autorregalarse una copia del mismo texto que me haga llegar.
A falta de una mejor opción, usaré una lista pública en Amazon para guardar los libros que tengo por comprar. Asimismo, cualquiera de los de la colección de Gredos (clásicos de Grecia y Roma) son bienvenidos —no todos están en esta plataforma—.
Tras acompañar ya a decenas de opositores, sin cobrar, cobrando, o condicionando el pago sólo a resultados en el futuro, he encontrado que la mejor fórmula (para mía y para el aprendiz) es esta. Esta experiencia ha tenido implicación directa en cómo entiendo la ayuda y su relación con su mercantilización. Las conclusiones, que compartiré en un futuro, no han sido leídas en tratados de filosofía política; son el resultado directo de mis probaturas.
Una vez seáis residentes, me encantaría que pudiésemos discutir todos esos libros, y enseñaros otras muchas cosas acerca de la clínica y el saber (cuestiones que ahora, por desgracia, no os son útiles para la oposición).
Esta nueva política se aplica todos los opositores, de cualquiera de las modalidades y desde hoy mismo.